Artículo de opinión

Hace unos días era noticia en varios medios digitales la “implantación desigual de la LOMCE”. Se decía que algunas comunidades no habían tenido tiempo de adaptar sus currículos a la nueva ley, incluso había quien argumentaba que no conocían aún los cambios aprobados. Esto parece no escandalizar o sorprender ya a nadie, pero este caos al que nos llevan sometiendo los sucesivos gobiernos casi en cada cambio de legislatura debe terminar.

Aparte de los inevitables problemas cotidianos que se generan a muy corto plazo; padres desinformados y preocupados, esclavos de la bula y el rumor; profesores desbordados por temas burocráticos que les impiden centrarse en su trabajo, y desmotivados ante cambios en el sistema en los que, seamos francos, es mejor no implicarse, ya que seguramente serán derogados en un mes, un año, cuatro años…

Todos estos vaivenes legislativos pueden ser problemas a corto plazo, pero a medio y largo plazo han resultado ser verdaderamente trágicos. Nuestro sistema educativo lleva tiempo dando síntomas de que algo no va bien: el sistema PISA, que evalúa las competencias básicas que tienen nuestros estudiantes, nos dejan año tras año en un lugar difícil de explicar en un país con nuestro nivel de desarrollo socioeconómico. Nuestros jóvenes encuentran un alto grado de desconexión entre sus expectativas y el sistema. Tenemos el dudoso honor de contar con las tasas más altas de repetición y abandono escolar de la U.E…. Todos estos datos ponen de manifiesto una preocupante realidad; nuestro sistema educativo no está garantizando una igualdad efectiva de oportunidades, y es precisamente la garantía de oportunidades la que permite que una sociedad prospere.

A este diagnóstico somos muchos los que hemos llegado, pero, por alguna razón, nadie hasta ahora ha invocado lo obvio: La necesidad de un Pacto Nacional de Educación, de un consenso sobre nuestro sistema educativo con un compromiso de estabilidad más allá de una generación. Porque es necesario. Porque es urgente. Porque es fundamental.

Y no es tan difícil. Si nos paramos a analizar al detalle las sucesivas leyes educativas, dejando a un lado la terminología y el eterno punto de fricción que es la pervivencia o no de la asignatura de religión en la escuela, todas ellas tienen mucho más en común de lo que cabe esperar después de asistir a esos agrios debates en el Parlamento. Aquí es donde todos nos preguntamos ¿Y entonces…? Me temo, estimado lector, que, llegados a este punto, no caben argumentos inocentes por parte de ninguno de los responsables de esta situación. Pero también creo que ha llegado el momento de ir más allá del reproche, de la querella, y de empezar a sentar las bases para que podamos, de una vez, avanzar.

Por todo ello, sea cual sea el lugar donde decidan colocarnos los españoles tras el 20 de diciembre, el compromiso de Ciudadanos será, desde el primer día, hacer que ese Pacto Nacional sea una realidad.

Orlena de Miguel

Orlena de Miguel

 

Orlena De Miguel, candidata de Ciudadanos (C’s) Guadalajara al Congreso de los Diputados