Vivo desde hace más de veinte años en la Alcarria, pero nací en un pueblo de la Mancha, Pedro Muñoz, en una llanura llena de viñas. MI familia siempre se dedicó a la agricultura y al pastoreo. Recuerdo desde muy niña, con apenas cinco años, vendimiar con el cubo de darle agua a la mula. También recuerdo ayudar a dar de mamar a los corderos mamantones, los que sus madres no pueden atender. Echar paja por el corral, para hacer cama al rebaño o echarles de comer.
Vi siempre a las mujeres trabajar en el campo, las cuadrillas de vendimia eran mixtas, y también las de coger olivas o para sarmentar. En los trabajos manuales siempre estábamos presentes. Lo de llevar el tractor, ya era otro cantar. Tardé muchos años en ver una mujer subida a un tractor. Pero la diferencia estaba al llegar a casa. Nosotras continuábamos con las labores del hogar, el cuidado de los hijos y los mayores, pero en nuestra profesión sólo aparecía lo de ama de casa.
Nuestro trabajo en el campo se ha considerado siempre un complemento, no una profesión, por eso la mujer no ha sido visible en el sector agrario y ganadero. No éramos cabezas de familia, ni titulares de la explotación, ni cotizábamos a la seguridad social, ni por nuestro trabajo generábamos el derecho a una pensión, ni a ningún reconocimiento.
Nuestra educación también era diferenciada por roles, nos educaron para saber gestionar un hogar, a cocinar, a cuidar a hijos y mayores, pero no a encabezar una empresa agraria, nos enseñaron a ser peones y secretarias, pero no agricultoras y empresarias.
Aún así, nosotras también lo aprendimos, porque no sólo nos fijábamos en nuestras incansables madres, en su tesón, en su fortaleza. Nuestros padres también eran referentes, nos trasmitían sabiduría en las labores agrarias, el valor del trabajo y el amor a la tierra.
Sin embargo, hemos ido abandonando la tierra a más velocidad que los varones. El mundo rural y el sector agrario y ganadero están no sólo muy envejecidos, sino masculinizados. Si disminuyen o desaparecen los servicios en los pueblos, los sanitarios, los educativos; las infraestructuras no llegan o se quedan obsoletas, si los pueblos se quedan aislados sin transportes, si desaparecen las oportunidades y la mujer, ve que su trabajo no es reconocido ni remunerado, irremediablemente se va.
Pero el mundo rural tiene, por cada carencia, una oportunidad de negocio. Dispone de patrimonio único cultural, paisajístico, medioambiental, gastronómico. Todo supone grandes potencialidades del territorio a desarrollar en su propio beneficio… y nosotras somos motor del mundo rural; siempre lo hemos sido. Generamos y fijamos población y riqueza. Somos grandes emprendedoras. Tomemos las riendas del mundo rural, asumamos nuestras responsabilidades y regalemos nuestro talento, poniéndolo a la disposición del futuro de nuestro entorno.
Una manera es ponernos legalmente al frente de nuestras explotaciones. Bien con explotación propia, bien a través de Titularidad Compartida. No es posible que desde 2011 que se publicó la Ley de Titularidades Compartidas, (por cierto, entonces sin presupuesto y aún sin Reglamento) sólo existan seiscientas nueve titularidades compartidas en toda España. La incorporación de la mujer al sector agrario y ganadero es vital, tan imprescindible como la de los jóvenes. Pero la incorporación de la mujer, no se hace sólo con ayudas o con imposición de cuotas. Nosotras tenemos que hacer y ver, que el mundo rural y el sector agrario tiene futuro. Para que nos incorporemos tiene que existir rentabilidad a través de unos precios justos y dignos.
También debe haber servicios en nuestros pueblos que nos permitan la incorporación profesional, si somos madres. ¿Cómo vamos a incorporarnos a trabajar si los Colegios Rurales Agrupados no disponen de aula matinal ni comedor escolar, por ejemplo? O si no disponemos de pediatras en las zonas rurales, ni siquiera comarcales, para nuestros hijos.
Y algo imprescindible y común a todas las mujeres profesionales, independientemente de dónde vivan: la corresponsabilidad. Sin corresponsabilidad en los hogares, nosotras no podremos dejar de ser sólo amas de casa.
La mujer es una de las respuestas al despoblamiento y nosotras tenemos que asumir esa responsabilidad. Tenemos que estar visibles, conquistar los espacios de las tomas de decisiones, tenemos mucho talento que aportar.
Estoy convencida que las respuestas a la despoblación las tenemos delante de los ojos, en el mismo territorio. Sólo necesitamos unas políticas trasversales y de Estado, que inviertan en servicios e infraestructuras, con incentivos fiscales y que impulsen iniciativas y generen oportunidades. Y las personas del mundo rural haremos que esas oportunidades valgan la pena.
Este articulo quiere ser homenaje a todas las mujeres rurales, maestras, médicos y enfermeras itinerantes, panaderas, cuidadoras de nuestros mayores, funcionarias y secretarias de varios Ayuntamientos a la vez, hosteleras y trabajadoras de todos los sectores en el mundo rural. Gracias por seguir aquí, en un lugar sin servicios, pero con aire puro y cielos estrellados.
Gracias a todas las mujeres de mi entorno que habéis sido mi referente, madre, tías y maestras. Pero también lo han sido los grandes hombres de mi vida, mi abuelo, mi padre mi esposo y mi hijo sin los que hoy no sería la persona que soy.